EL ÉXODO PUNEÑO DURANTE LA
REBELIÓN TUPAMARISTA
Por: Guillermo
Vásquez Cuentas
1. EL CONTEXTO
PREVALECIENTE
El estallido revolucionario
y muerte del líder subversivo
La captura del corregidor Antonio de Arriaga el 4 de
noviembre de 1780, y su subsecuente ejecución en días posteriores, marcó el
estallido de la gran y mayor rebelión militar que se haya conocido contra la
dominación española en el Perú y gran parte del continente.
En determinado momento del proceso insurgente, el caudillo
sitia el Cusco y el bando virreinal organiza su ejército contrainsurgente con
cuartel en Cusco, al mando del mariscal José del Valle, con apoyo de refuerzos
limeños, con la alta dirección del Visitador José Antonio de Areche y la
participación influyente oidor de Lima Benito de Mata Linares, los tres
enviados por el virrey Jáuregui para encausar las operaciones contra los
rebeldes.
Desactivado el cerco, Túpac Amaru desde Tinta, dispone que
Diego Cristóbal Túpac Amaru, su hermano, incursione en el altiplano.
Se llega después de muchas acciones a la decisiva batalla de
Chilina, anexo de Tinta, del 6 de abril de 1781 en la que las fuerzas rebeldes
son vencidas. Túpac Amaru y su familia son apresadas a traición en la cercana
localidad de Langui. Luego del dirigido juicio, el líder insurgente es
ejecutado junto con sus familiares
cercanos con violencia y saña pocas veces vistas, el 18 de mayo de 1781 en la
plaza principal del Cusco en presencia de los enviados por Jáuregui quienes diseñaron
y presidieron la ejecución.
Los españoles creyeron que con ello terminaba la revolución,
pero se equivocaron.
La segunda fase: Convulsión
en el altiplano
Luego de la muerte de Túpac Amaru se procesa una segunda
etapa de la rebelión que tiene como escenario el hoy altiplano peruano-boliviano
[1]
En el sur de la gran meseta, los indígenas se habían alzado
cumpliendo los designios de Túpac Amaru reservadamente impartidos antes y
durante sus largos viajes de arrieraje. Los pronunciamientos fueron simultáneos
al estallido de la rebelión en Tinta.
Ese periodo se caracterizó por la convulsión de todo el
altiplano. Además de los cercos a La Paz por dos veces y a Sorata, la ciudad de Puno, la más importante
localidad del área tanto por su estratégica ubicación como ruta que conectaba
Lima y Cuzco con Potosí y Río de la Plata, como por la explotación de las minas
de plata de Cancharani y Laycacota, fue asediada en tres oportunidades por las
fuerzas insurgentes. El primer ataque el 10 de marzo de 1781 por Diego
Cristóbal Túpac Amaru; el segundo del 10 al 12 de abril de ese año por
Ingaricona y Vilcapaza; y, el tercero el 7 de mayo bajo el mando de Diego
Cristóbal.
“Puno había resistido por más de cuarenta días los asaltos
de los rebeldes… dirigidos por un don N. Vicenteli (de nación corzo) hicieron una
fortificación respetable para los indios, fundieron artillería y fabricaron
todas las municiones correspondientes en abundancia” refiere el interesante documento descriptivo
de la época “La verdad Desnuda” [2]. “El Corregidor Joaquín de Orellana resistió
con tenacidad y valor constante”, acota Carlos Daniel Valcárcel [3]
Del Valle: una difícil
decisión
Por cerca de dos años el altiplano era territorio
virtualmente liberado. Para revertir esta situación el virrey ordena el
desplazamiento del mariscal José Del Valle con rumbo al Collao, quien avanza
sobre Puno con 17 mil soldados. Llega a la ciudad de Puno el 23 de mayo de
1781, con apenas la octava parte de ese ejército justo en momentos en que era
atacada por los rebeldes.
Pese a la deplorable e insostenible situación que Puno y la
región vivían en esos momentos y en todos los aspectos, Orellana pide a Del
Valle que éste instale en Puno su cuartel general. El mariscal declina la sugerencia y resuelve consultar a
su oficialidad.
El 25 de mayo de 1781 se realizó en Puno el CONSEJO
DEGUERRA, con el objeto de determinar si convenía o no abandonar la villa de
Puno y en caso positivo perfilar el modo más idóneo y conveniente para dicho
abandono. Estaba compuesto por todos los oficiales de la fuerza armada que comandaba
el mariscal Josef del Valle y contó con
la asistencia de los más altos oficiales, entre ellos Gabriel de Avilés.
Francisco de Cuellar. Juan Manuel Campero y Joaquín Balcarcel, Matías Baulen,
el Marqués de Rocafuerte, Gaspar de Ugarte, José Acuña, Antonio Vivas y José de
Lagos.
En la polémica reunión quedó establecido que el Ejército
había llegado hasta Puno cuidar la vida de sus vecinos, los que debido a los
cercos de los rebeldes, ya no tenían medios de subsistencia; tampoco podían
huir de la ciudad por los sitios del “enemigo”, por lo que no tenían otro
socorro que el de la ya pequeña fuerza armada presente en Puno.
Las consideraciones más saltantes de la apreciación
estratégica que fundamentaron la
decisión del colectivo militar eran básicamente las siguientes:
Los principales deberes de la fuerza armada al mando del
Mariscal Del valle, se limitaban a resguardar la vida de los vecinos de Puno,
quienes no tenían modo de subsistir ni de retirarse por “el sito constante de
los enemigos”. En esa coyuntura, los habitantes de Puno no tenían otro socorro
que el del ya pequeño ejército español ante las reiteradas arremetidas de los
subversivos tupamaristas..
El ejército realista esta vez con tan solo 800 hombres los
cuales en su gran mayoría eran limeños que no podían soportar el frio intenso
de la temporada invernal del altiplano.
Gran parte de los soldados se hallaban descalzos, con
vestidos rotos, incapaces de operar,
enfermarían por la aspereza de un clima con fuertes heladas, que además impide
que hayan pastos para la caballería que por ello se perdería. Las tiendas
estaban hechas pedazos. Las deserciones eran masivas. Seguir en campaña era
imposible. No podía dejarse fuerzas considerables en Puno sin correr el riesgo
de un desastre al retornar a Cusco, dadas las frecuentes deserciones, escasez
de armas y restricción en los gastos por exigencia de los funcionarios de la
Real Hacienda. Las comunicaciones estaban casi suspendidas, el aislamiento
crecía.
De las tres posibilidades para encausar el éxodo del
vecindario puneño se escogió la marcha al Cusco, porque Arequipa pese a su
mayor cercanía, se la pondría en mayor peligro por tener que reclutar allí a
gente leal al rey y en consecuencia, desampararla. La marcha hacia La Paz sería
sumamente riesgosa pues las provincias de Chucuito y Pacajes que estaban en el
obligado trayecto se hallaban bajo el dominio total de los sublevados. Cusco, en cambio, permitiría no abandonar
totalmente las provincia de Lampa y Azángaro y otras de la zona circundante.
Posibilitaría reforzar la consolidación del Cusco como centro regional del
poder colonial. Además había que
preservar el único ejército que había en esos momentos en la región. La
presencia de la fuerza armada ayudaría a dar seguridad al Cusco que merecía especial
atención, puesto si esta ciudad caía en manos de los subversivos, caería
también el vasto virreinato de Lima.
Se concluyó en que no había otra alternativa que la de
llevar consigo a su vecindario constituido por españoles y criollos y, en
relación al Ejército establecer su Cuartel de Invierno en el Cusco, destino
final de la marcha..
“La junta votó por retornar al Cuzco, concediendo a los
habitantes tres días para prepararse. Para Orellana «fue grande el dolor» por
la orden de evacuar y «la confusión, el desorden y llanto» que las noticias
provocaron en los residentes de Puno.”, describe Charles Walker [4]
2. EL TRÁGICO ÉXODO
Hostigamiento y muerte en el
trayecto
Orellana recibió la orden de alistar a sus hombres y
notificar al vecindario la evacuación de Puno bajo la protección del ejército.
Del Valle emitió un bando en el que
ordenaba que “todos sus habitantes se preparasen a seguirlo”. Dio un plazo de
dos días para los preparativos.
Pavor y consternación dominaron a la gente de toda condición
social, hombres y mujeres, ancianos y niños, mercaderes y pequeños
terratenientes. Dejaron abandonados sus casas y enseres que no se podían
transportar. Los cañones fueron exprofesamente dañados.
El 27 de mayo de 1781 empezó el éxodo hacia el Cusco. La
fuerza armada de Del Valle a la vanguardia, la población civil al centro y el
destacamento de Orellana en la retaguardia.
En la masa de alrededor de 8,000 personas, casi todos iban a
pie y pocos a caballo. Componían el contingente militar 1100 soldados realistas
y, aproximadamente, 1246 indios leales a los españoles, honderos y lanceros.
Luego del abandono de la villa de Puno por la última columna
de los marchantes, ella fue ocupada, saqueada e incendiada por los subversivos
tupamaristas, que aparecieron como triunfantes en la lucha por la ocupación de
ese centro urbano.
El día 29 Orellana se encuentra en Yanarico. Desde ahí
escribe al visitador Areche, para informarle de los sucesos y su disconformidad
con el “despueble de Puno”. El día 30, Orellana prosigue su marcha al Cuzco. El
31 de mayo llega a Lampa donde es atacado por los patriotas, para extraerle el
ganado y sus cargas. [5]
Durante el trayecto, los rebeldes se dejaban ver “divididos
en muchas y pequeñas divisiones, colocados en las alturas inmediatas al
camino, para aprovechar desde ellas los descuidos, y cargar la marcha del
ejército por los costados y retaguardia, matando inhumanamente a cuantos se
detenían o extraviaban” refiere Cornejo Bouroncle.
[6]
El reducido ejército iba cada vez más desgastado debido a
los muchos encuentros que libró con los acosadores a lo largo de la inenarrable
y espeluznante retirada. “Algunos de los más viejos y los enfermos no
sobrevivieron al horrendo viaje…y dificultades en conducir los heridos que no
podían abandonar, porque indefectiblemente hubieran sido víctimas de los
rebeldes”, [7]
La masa de vecinos de la ciudad lacustre y la soldadesca que
lo protegía, ya en junio pasa sucesivamente por Pucará y luego por Ayaviri, siendo atacado en Ventilla con
pérdida de ganado y cargas. Sigue por
Umachiri (13 de junio), Hullulluma, donde acampa (15 de junio), Santa
Rosa (17 de junio), La Raya, donde los insurgentes trataron de evitar el paso
de las columnas, siendo repelidos por una pequeña fuerza al mando del Gral.
Avilés. Ello no obstante, aquí la deserción empieza a ser masiva (19 de junio).
El día 21 de junio llegan a Aguas Calientes, desde donde Del
valle escribe al visitador Areche informándole sobre todo lo ocurrido hasta ese
momento. Con conocimiento de ello, Areche el día 25 desde el Cuzco mediante
carta dispone que la población civil regrese a Puno desde Sicuani. Pero
Orellana decidió no retornar debido a los constantes ataques de los
subversivos, considerando además que se necesitarían lo menos 4 mil hombres,
800 fusiles 310 cañones para regresar. El 28 de junio acampan en Sicuani, en
donde se unieron con el contingente del Gral. Cuellar que venía de Carabaya con
un diezmado contingente militar, a donde había sido enviado para pacificar la
zona [8]
El horrendo cuadro de la
llegada al Cusco
En días sucesivos siguieron el recorrido por Quiquijana y
otras poblaciones cusqueñas, hasta que
el 3 de julio arriba a Cusco y el 5 de ese mes, después de abandonar Puno desde
hace cuarenta días la población puneña llega a las puertas del Cusco.
“…atravesando el territorio ocupado por los rebeldes, a pie, constantemente
hostigados…los que se rezagaban sufrían crueles muertes, así fueran mujeres,
niños u hombres, pues los rebeldes al verlos indefensos caían sobre ellos” [9]
“La tropa estaba diezmada y su jefe enfermo. Daba compasión
la gente al verlos cubiertos de piojos,
muchos o los más descalzos y otros envueltos en pellejos. Gran parte pasaron a
los hospitales, por estar enfermos o mostrar un gran agotamiento físico. El
éxodo de Puno mereció la desaprobación del Visitador y del Virrey, quienes no
parecen haber sopesado detenidamente los motivos expuestos por Del Valle”. Se
describe en la mentada “LA VERDAD DESNUDA”.
En seguida, entre Areche y Del Valle se procesó una
accidentada discusión pública y burocrática en la que el primero acusaba a Del
Valle de errores insalvables en el campo militar y reiteradamente pidió al
virrey su reemplazo. Del Valle en una
larga carta al virrey Jáuregui del 12 de julio justificó su actuación arguyendo
la clamorosa falta de medios para una “tropa asediada por el hambre, el frío y
la indisciplina, lo cual hacía imposible una victoria” [10].Fue relevado por
grave enfermedad.
Buena parte de las familias puneñas retornó a la ciudad del
lago, paulatinamente y a medida de que las fuerzas armadas españolas venidas
desde Argentina fueron rescatando el dominio del Altiplano.
__________________________
[1]
Nicanor Domínguez Faura: “TUPAC AMARU EN EL ALTIPLANO”, Primera Parte, Revista
Cabildo Abierto N° 80, 19SEP2015 dice: “La “segunda fase” de la rebelión duró
al menos diez meses, entre abril de 1780 (cuando Diego Cristóbal Túpac Amaru
logró escapar hacia el Altiplano y asumió el liderazgo en Azángaro) y enero de
1782 (cuando Diego Cristóbal y el obispo Moscoso se reunieron en Sicuani,
gracias al armisticio y perdón general ofrecido por el virrey Jáuregui”
[2] LA
VERDAD DESNUDA (1780-1782). Academia de la Historia de Madrid. Colección Mata
Linares, Tomo 81, publicado en Colección Documental de la Independencia del
Perú. Tomo II La rebelión de Túpac Amaru. Volumen 1°. Antecedentes.
[3]
Carlos Daniel Valcárcel. LA REBELION DE TUPAC AMARU” Ed. Biblioteca Peruana.
Peisa 1973, CAPÍTULOI XIX. DIEGO CRISTOBAL, NUEVO CAUDILLO. pp 162 y ss.)
[4]
Charles Walker: LA REBELIÓN DE TUPAC AMARU, Ed IEP, Lima 2015, CAPITULO 9 pp.
235 a 257)
[5]
HISTORIA GENERAL DEL EJERCITO PERUANO. EL EJÉRCITO EN LA INDEPENDENCIA DEL
PERU. Volumen 3 : El Proceso de la guerra en la Independencia del Perú.
Campañas Militares 1781-1824)
[6]
Jorge Cornejo Bouroncle: “TUPAC AMARU. LA REVOLUCI’ON PRECURESORA DE LA
EMANCIPACIÓN CONTINENTAL”, Cusco 1963, p. 399 y ss,
[7] Op
cit. LA VERDAD DESNUDA
[8]
Op. Cit Comisión Permanente de Historia del Ejército del Perú:
[9]
José Tamayo Herrera: “HISTORIA SOCIAL E INDIGENISMO EN EL ALTIPLANO” Ediciones
treintaitres. Lima 1982, p 72 y ss)
[10]
DIARIO DE LAS OPERACIONES DEL EXERCITO QUE AL MANDO DEL SR. YNSPECTOR GENERAL
DE LAS ARMAS ((DEL VALLE)) DIRIXIO SU MARCHA HASTA LA VILLA DE PUNO, Y DE ALLI
REGRESO A LA CIUDAD DEL CUZCO A TOMAR QUARTEL DE YNVIERNO, en Colección
Documental de la Independencia del Perú.