BAILE DE DIABLOS
ENFOQUES Y CONTEXTO HISTÓRICO
Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
INTRODUCCIÓN
La gnoseología o
teoría del conocimiento, capitulo importante de la filosofía, nos dice sobre la
forma cómo los humanos llegamos a conocer la realidad en que vivimos o alguna
parte circunscrita de esa realidad. Nos dice que el acto de conocer supone la
existencia de una relación entre dos partes: El sujeto cognoscente y el objeto
de conocimiento. El producto de esa interrelación es el conocimiento obtenido.
La realidad, es
decir todo cuanto tiene existencia, es objeto de estudio. Sus partes
constitutivas y las relaciones que hay entre ellas, pueden ser también objetos
de conocimiento. Los hechos y fenómenos que se da en la realidad, en un espacio
y tiempo determinados, que participan de un mismo carácter o naturaleza, son
asimismo “objetos de estudio”.
Para conocer
cualquier aspecto amplio o pequeño de la realidad global, el “Sujeto
cognoscente” debe estar premunido de un método y dentro de éste, tiene o debe
tener una forma de “ver” el objeto, es decir un enfoque, una óptica, un lente, una
perspectiva, en suma, un punto de vista.
No todos los
sujetos “ven” en la misma forma un mismo
objeto que se busca conocer, es decir no hay dos personas que tenga el mismo
enfoque. Alguien dijo: “En esta vida, nada es verdad nada es mentira, todo
depende del cristal con que se
mira”. Es decir no todos tienen el mismo
enfoque. Hay muchos factores que explican las diferencias entre puntos de
vista, las causas sociales, económicas y políticas que han formado al sujeto
cognoscente, al investigador, al estudioso. Es decir, el conocimiento está
socialmente condicionado.
Muchos sostienen
que en el acto de conocer no hay objetividad absoluta, es decir no se puede
captar, aprehender, solo lo que aparentemente muestra el objeto, sino que el
sujeto es portador de una concepción del mundo, de un sistema de valores, de
sus propios deseos y aspiraciones, de sus experiencias, etc., todo lo que hace que
tenga una visión particular del objeto que puede ser compartida por unos o
calificada como deformada o equivoca, por otros.
Diablos bailarines en el Altiplano como reducción
de un objeto de conocimiento
El “altiplano
peruano-boliviano”, como objeto de estudio en sentido amplio, en tanto totalidad,
es susceptible de ser descompuesta para fines de análisis y estudio más
precisos, en sus aspectos más generales y estos a su vez en aspectos cada vez más
concretos hasta llegar al preciso objeto que se quiere conocer, por efecto de
la reducción sucesiva.
Así, yendo de lo
general a lo particular, dentro de la “Realidad
Altiplánica” como concepto altamente generalizador, ubicamos como uno de sus aspectos o elementos componentes a
la “Realidad Cultural Altiplánica”; y entre los múltiples aspectos que ella
presenta, al “Arte Popular Altiplánico”; dentro de este –siempre decalando en
especificidad- al “arte popular coreográfico (unión de la música y la danza)
Altiplánico” y dentro de él a su vez, finalmente, a la “Danza de la Diablada Altiplánica ”,
objeto de estudio al que pasamos a referiremos más extensamente.
Enfoques parciales y equívocos
Muchos, no
todos, quienes han tenido como objeto de estudio a “La Diablada ” y muchas
expresiones coreográficas populares del Altiplano, han incurrido e incurren en
las deformaciones producidas por el uso de enfoques errados; entre ellos la
combinación de los enfoques politicista y presentista.
El enfoque politicista. En un trabajo
anterior señalábamos que se ha dicho
y se dice mucho de “influencia boliviana”, “bolivianismo” o “bolivianización” o
cualquier otro término con similares connotaciones en la práctica del arte
popular coreográfico de Puno. “El uso de esos términos –decíamos-, hace
evidente una diferenciación entre dos tipos de personas: Unas, identificadas
como “bolivianas”, que de acuerdo a las críticas en mención, conformarían la
parte influyente en cuanto logra que sus valores, usos, costumbres y
comportamientos sean imitados por otra clase de personas, precisamente los
“peruanos” o propiamente “los puneños y sus seguidores” que vendrían a
construir la parte de los influidos o influenciados, los imitadores, los que
“compran” aquellos valores y comportamientos”.
Esa
diferenciación es el resultado de enfocar el asunto desde una perspectiva casi
exclusivamente de corte político-jurídico. En efecto, es fácil distinguir la
existencia cercana de dos sociedades organizadas política y jurídicamente en
dos Estados soberanos e independientes (con la relatividad propia de estos
conceptos caracterizadores), cada uno de los cuales tiene sus propios
ciudadanos o súbditos: La República
Plurinacional de Bolivia, tiene a los bolivianos y la República del Perú, a
los peruanos, para el caso que nos
ocupa, peruanos puneños. Si estos
imitan sistemáticamente a los primeros en sus usos, sus costumbres, su música,
sus danzas, etc., entonces podría hablarse correctamente de un fenómeno de
“bolivianización” o de imitación de boliviano.
Pero “ocurre que
el enfoque político-jurídico es por sí solo insuficiente para captar, aprehender
las complejidades de la realidad social. Podríamos decir incluso que el menos
adecuado, puesto que repara sólo en las
relaciones de poder o “relaciones políticas” que se dan entre los
individuos y grupos, dejando de lado la
amplia gama de relaciones de diverso carácter, que los acercan o los alejan,
como las relaciones étnicas, lingüísticas, histórico-culturales, etc..”
Por ello, si es
absolutamente necesario hacer diferenciaciones, debe partirse bajo consideraciones etnológicas o antropológicas, de
relaciones más estables y más arraigadas en el tiempo, como son las múltiples relaciones
sociales.
El enfoque coyunturalista o presentista. Quienes critican
eso que llaman “bolivianización”, emplean concurrentemente el enfoque
político-jurídico, y el presentista, puesto que su percepción y apreciación es sincrónica
(un solo tiempo: el presente) “desde que sus conclusiones visan sólo los que
acontece hoy, ahora, en la actualidad. Pecan de presentismo, de coyunturalismo;
sólo advierten lo que está ocurriendo “ahora”, constatan efectos y
consecuencias “actuales” sin abordar las causas que generaron los hechos y
fenómenos presentes; no buscan esas causas donde deben buscarse: en sus
antecedentes históricos, dado que no es posible explicar el presente sin
conocer el pasado.
En suma: Si lo
que se quiere es comprender cabalmente las múltiples formas bajo las cuales
unos (“bolivianos”) y otros (“peruanos puneños”) comparten valores y conductas
más comunes y extendidas, sobre todo en lo que toca a la música y la danza, entonces debe
recurrirse a enfoques
pluridisciplinarios y diacrónicos (Varios tiempos: pasado, presente, futuro).
Contexto histórico
Partimos de la
afirmación, generalmente aceptada, que la diablada como muchas otras danzas
altiplánicas tradicionales, surgió en el amplio ámbito de la nación aimara.
La nación
aimara, que subsiste hasta nuestros días, ocupó desde tiempos remotos toda la Meseta del Collao y
regiones aledañas. La constelación de “señoríos aimaras” dominó ese espacio desde
cerca al Cusco como los Canas, Canchis, como los Collaguas (en la actual región
Arequipa) y Callahuayas (en la actual Carabaya). En la misma meseta estaban los
Collas, Los Lupaccas, Los Omasuyos, los Pacajjes, Soras Charcas y varios más
hasta los Chichas y los Lipes en el extremo sur de la meseta ya en actual
territorio argentino.
Desde esos
lejanos tiempos se fue gestando la cultura aimara. Durante gran parte de la
existencia del imperio incaico, los aimaras o otras etnias menores conformaron
el Collasuyo, una de las cuatro partes en que estaba dividido el espacio
territorial del Tahuantinsuyo.
Después de la
invasión española se creó el extenso virreinato
del Perú. Fue creado por el rey Carlos I, por
medio de la Real cédula de 20 de noviembre de 1542 y el Corregimiento de La Paz -al que Puno pertenecía- fue
creado en 1548 por el virrey Pedro de La Gasca.
En 1559 se crea la Audiencia de Charcas,
integrante del Virreinato del Perú. A esta Audiencia se incorporan las
provincias -llamadas por entonces “partidos”- de Chucuito y Paucarcolla de predominante habla aymara (en cuya
extensión total se incluiría hoy a las actuales provincias de Puno, El Collao,
Chucuito, Yunguyo, San Román, Huancané y Moho). A esa misma Audiencia se
incorporaron también los “partidos” de Lampa, Carabaya y Azángaro de habla
quechua. Así, los aymaras permanecieron unidos compartiendo sus valores
culturales por más de dos siglos de colonia.
Por Real Cédula
de 8 de agosto de 1776, se crea el Virreinato de Buenos Aires. La Audiencia de Charcas
pasa a formar parte de este nuevo virreinato y con ellas las cinco provincias
de Puno. Este cambio no afectó a la unidad de la Nación Aymara que se
mantiene indivisa.
Por Real Cédula
de 28 de enero de 1782 se crean las
Intendencias, entre ellas la de Puno, que con sus cinco provincias se mantiene en la Audiencia de Charcas y
por tanto en el Virreinato de Buenos Aires. Aquí tampoco queda afectada la
unidad de la Nación
Aymara , que continúa compartiendo e intercambiando sus
valores culturales, entre ellos -repitámoslo una vez más- sus danzas, sus
alegorías, su música, habida cuenta de la naturales variantes locales.
En 1789 se crea la Audiencia del Cusco,
y las provincias de Carabaya, Lampa y Azángaro del habla quechua, integrando la Intendencia de Puno,
pasan a formar parte de esa nueva Audiencia del Cusco y por tanto el Virreinato
del Perú. En cambio las provincias aymaras de Paucarcolla y Chucuito permanecen en el Virreinato de Buenos Aires,
pues se integran a la
Intendencia de Nuestra Señora de la Paz , de la Audiencia de Charcas.
En esta oportunidad, fue realmente sabia la decisión de respetar la unidad
física y humana de la
Nación Aymara.
Con la Real Cédula de 1 de febrero de 1796, solo veinticinco años
antes de jurarse la independencia del Perú, se perpetra la escisión. Las
provincias aymaras de Chucuito y
Paucarcolla son separadas del virreinato del Río de La Plata e incorporadas a la Intendencia de Puno
integrante de la Audiencia
de Cusco. Con esto, la
Nación Aymara resulta políticamente dividida, pese a que el 13 de julio de
1810, el virrey del Perú en medio de las luchas por la independencia americana,
proclamó la reincorporación provisional del territorio de la Real Audiencia de
Charcas al Virreinato del Perú, hasta el final de la guerra independencista.
El advenimiento
de la Repúblicas
del Perú y Bolivia en 1821 y 1825, respectivamente no hace sino confirmar esa
división.
Prueba que la diablada puneña influyó originariamente en la boliviana |
Epílogo
Casi doscientos y
pico de años de vida independiente de
Bolivia y Perú frente a siglos de existencia de la nación aimara no son
suficientes, nunca podrán ser suficientes como para que los objetos y valores
culturales cambien radicalmente de una parte de la nación aimara a otra parte
de la misma.
Ese larguísimo tiempo
de muchos siglos es más que suficiente para consolidar perdurablemente todos
los nexos y vínculos que los unen y conservar usos y costumbres, danzas,
música, comida, vestido, valores, cosmovisión.
Es claro que en cada
parte (la parte boliviana, la parte peruana, la parte chilena de la nación
aimara) esos objetos y valores fueron introduciendo modificaciones en la
práctica, en este caso de las manifestaciones coreográficas populares que han
adquirido el carácter de tradicionales.
Por ejemplo, en la
diablada, en la parte boliviana se
adoptó un ritmo semi-marcial como resultado de la adaptación de la tarantela
italiana que hizo un músico de este país contratado por el gobierno boliviano
para mejorar las banda de su ejército[i]; se varió el “marco
Musical de la danza con la introducción masiva los instrumentos musicales aerófonos
de bronce, que por su gran sonoridad impactan en el oído de danzarines y público;
se introdujo los trajes bordados de pedrería que dieron gran vistosidad al
conjunto de danzarines, entre otras práctica de innovación.
En otra parte, la de
Puno, Perú, se mantuvo el ritmo cadencioso al son del huayño sikuri, lo cual se
defiende con verdadera pasión por algunas instituciones citadinas (“mañazos”,
juventud obrera, entre otros) y
provincianas (por ejemplo Claveles Rojos, Melodias de Ilave, Camilacas, etc.).
Pero ocurrió que la diablada de la parte aimara de Bolivia, por su fuerza y
espectacularidad terminó siendo reproducida en la parte peruana, lo cual es un
fenómeno natural, normal diríamos dentro de los lindes de una misma nación,
saltando por encima el hecho de que esa nación (la aimara) esté partida espacialmente
al ocupar hasta ahora áreas territoriales de tres Estados diferentes: Bolivia,
Chile y Perú.
"MAÑAZOS" Terca consecuencia en mantener la tradición puneña |
El reclamo de algunos
bolivianos, dizque estudiosos y algunos funcionarios estatales, de ser Bolivia
el lugar de nacimiento original de la diablada, es finalmente el resultado de
esos enfoques politicista y presentista, de diferenciar bolivianos y peruanos
es decir súbditos de dos Estados u organizaciones político-jurídicas de sus
sociedades, sin tener en la debida cuenta que unos y otros son iguales en el
sentido de pertenecer a una sola nación: la nación aimara[ii].
Y ese reclamo es
también anti-histórico, porque supone la negativa o el soslayo en el mejor de
los casos, de que la actual Bolivia fue el Alto Perú, o sea parte nuestra, con
culturas unívocas.
Abona a ello el
desconocimiento de la trayectoria histórica de la nación aymara, en cuyo seno,
no importa la localidad, se gestó una cultura, un arte popular, una coreografía
popular, una danza popular como la diablada.
El origen de la diablada es
pues, aymara, desde muchísimo antes de que aparecieran Perú y Bolivia
[i] Américo Valencia se ha referido con precisión a
esa adopción. Por lo demás hace poco
años organizaciones folclóricas paceñas hicieron en un teatro de la capital
boliviana la “prueba” de que la tarantela informaba musicalmente a los
danzantes diablos. La prueba salió rotundamente confirmatoria.
[ii] El Equipo de la difundida boliviana Pukara,
fijó su posición en este debate señalando certeramente que: "La diablada" no es boliviana, peruano o
chilena. "La diablada" es aymara, nación que ahora está dividida
entre los estados coloniales del Perú, Chile y Bolivia. La posesión de "La
diablada" es disputada por los estados coloniales, como los buitres se
despojan los restos de lo que creen cadáver. Pero la nación aymara no es cadáver,
está viva y su lucha descolonizadora contemporánea recién empieza.