“SOY LUPAKA”
Por: Juan Pío
Mamani Chambi | LOS ANDES 4SET16
En la Ciudad del Lago, estamos con uno de los maestros de la
pintura puneña y peruana: Juan de la Cruz Machicado, quien ha tenido la
gentileza de dialogar con nosotros.
Usted pertenece al neoindigenismo, ¿cuál es la familia de
pintores a la que pertenece?
La historia nos marca un indigenismo con una pléyade de pintores. Entonces,
al observar y al haber egresado de Lima, me veo obligado a retirarme a la
sierra por la salud de mi madre, pese a haber sido becado para Francia. Hago un
silencio de
años en el programa de restauración, como docente también de Bellas
Artes del Cuzco; luego, al querer retornar otra vez al movimiento plástico
limeño, me veo obligado a pintar lo que sentía aquí en la sierra. Los críticos
o los comentaristas de arte me ponen el título de neoindigenista. Te comento
que fueron tomadas con cierto desdén las propuestas provincianas en Lima, como
quiera que todo esto fue también aplaudido por algunos pintores viejos de Lima,
que me aconsejaron que continuara con mi obra. Creo que no he hecho mal en
razonar, de que realmente se podía lanzar con nueva estructura, con nueva
composición, con nuevos elementos de la sierra y con nuevos colores, para que
esto se expresara de diferente manera; eso es el neoindigenismo.
¿Aparte de usted hay otros pintores que han sido
influenciados con esta propuesta o similares?
Sí. Hay otra gente que trabaja con cierta honestidad, podría destacar por
ejemplo entre ellos Julio Quispe Virhues, “Quispejo”, que toma ya la parte del
centro del Perú y tiene muy marcado su estilo; él también ha creado el matiz de
neoindigenismo. Otro que estaba haciendo eso es Milner Cajahuaringa, aunque con
elementos arquitectónicos, haciendo simbolismo y color; ahora está enfermo, ya
no produce.
¿A qué pintores universales ha admirado a través de la
historia y que tal vez le hubiera gustado conocer?
Han sido varios pintores a los que he llegado, observando y analizando.
¿Uno siempre va recibiendo influencia de otros artistas?
Podría mencionar a varios pintores… Por ejemplo a Dalí, quien pese a que es
poco colorista, hace una composición extraordinaria. Este señor ha sido para mí
un ejemplo y un animador de mi producción; recuerdo, años atrás, que me
invitaron para hacer una exposición en Washington, organizada por la embajada
del Perú; asistí a la muestra gracias al embajador a Tito Benavides, quien
estaba por entonces como agregado cultural de la embajada del Perú. Al terminar
la exposición, me dice ‘Juan, qué tal si la parte de tu muestra la podríamos
trasladar al nuevo local de la OEA’; como quiera que no se había vendido en la
primera exposición, para mí fue una oportunidad ocasional muy buena para poder
exponer en la OEA. Pero parte de los lienzos fueron a parar a manos de un
galerista en Washington, y me dice Juan: “¿Te parece si me podrías prestar
estos tres cuadros que veo aquí, para llevarlos aquí al frente, muy cerca?”.
Primero fuimos a conocer su galería y luego se llevó los cuadros, la tarde de
la inauguración voy caminando y de pronto veo que le cambió la escenografía a
la puerta de ingreso; en eso dudé si era o no era la galería a la que me había
llevado este señor, hasta que por las gradas reconozco a un puertorriqueño con
una expresión de un árbol; en las ramas se veía un lenguaje de latino, un color
exquisito; era un cuadro de Miró... Más allá, en la galería, veo mi cuadro, a
un costado de uno de Dalí. Me vi sorprendido y realmente alimentado
espiritualmente.
Otro que me influyó es el maestro ecuatoriano Oswaldo Guayasamín. Es un
personaje muy importante en la plática latinoamericana; creo que es uno de los
pintores que ha sabido cuidar con mucho sigilo el espíritu latino. Claro, hay
que decir también que tiene cierta influencia de Picasso, pero de todas maneras
es un gran maestro para mí.
¿Y a nivel nacional o puneño…?
Podrían ser los pintores arequipeños Jorge Vinatea Reinoso y Teodoro Núñez
Ureta. En Puno podría marcarse el caso de Carlos Rubina Burgos. Y, quién sabe,
de pronto el maestro Víctor Humareda, aunque ha sido muy criticado porque él y
su lenguaje, que si no se leyera la firma de Humareda, podría decirse que es un
expresionismo elevado.
¿Qué es lo que más recuerda de Humareda, usted que lo
frecuentaba?
En primer lugar, Víctor Humareda era poco amiguero. Los dos frecuentábamos
un lugar donde nos hacían marcos y bastidores; un chileno nos hacía bastidores
y se ocupaba exclusivamente en atender a pintores desde caballetes, cajas de
oleos, etc.; esa era la exclusividad, sostenía su taller en la calle Tacna en
Lima, para esto había que ingresar casi hasta el segundo o al tercer patio,
creo, y en eso Víctor retornaba y yo ingresaba, ahí es donde nos veíamos.
“Hola, Víctor”, le dije. “Hola, qué tal Juan”, me dijo, “oye, nos veremos esta
noche en la exposición de Milner Cajahuaringa; el que vende papas en el mercado
también es pintor”.
¿Cree que se ha progresado en el arte puneño?
En las diferente visitas que he tenido a Puno, siempre he tenido una ligera
apatía. No quisiera decir que soy el promotor, pero a decir verdad lo que he
observado después de mi exposición de los 50 años de actividad artística, creo
que he provocado que la gente se dedique a pintar; he visto con mucha
satisfacción a muchos egresados de bellas artes, docentes de bellas artes,
alumnos inquietos, a quienes se les ha puesto una especie de inyección; veo una
efervescencia de gente joven que en este momento busca una manera de poder
expresar en las artes plásticas, no interesa el estilo que sea, lo que interesa
es que trabajen y que vivan del arte, no porque es un oficio que a veces se
menosprecia, porque a veces se vende o no se vende, o se vende una vez al año,
pues mucha gente tiene temor de seguir trabajando para la pintura; muchos se
distorsionan de repente a hacer copias de pintura colonial, otros que hacen de
repente una artesanía, pero el afán es de que haya esa inquietud, que haya esa
mechita aún prendida, que nunca se apague, porque las artes en general, si uno
deja de trabajar, es bastante ingrato para volver otra vez a pintar.
¿Cómo elige usted sus personajes, o sus paisajes?
Juan Manuel Ugarte, mi profesor, nos decía que lleváramos una composición
de figuras, para esto habría que ir al mercado muy temprano y desde las 5 de la
mañana tomaba los buces con pasaje obrero para ir a tomar apuntes al mercado
mayorista y de paso tomar los caldos; y bueno, después de eso ya había que ir
con un cúmulo de apuntes. Trabajé así composición en la escuela de Bellas
Artes, así hice cuarto y quinto año en Lima, y luego eso mismo se me prendió a
mí, cuando vine al Cuzco. Mi vida era en el mercado, tenía mi cuaderno de
apuntes y observaba los colores, la formas, las curvas de la gente, cómo se
movía etc.
Entonces, tengo cantidad en mi cuaderno apuntes, y al venir
aquí, a Puno, me obsesioné mucho más porque había una sintonización de forma,
parecían esculturas que se movían en la tierra, especialmente las mujeres,
dentro de un cono determinado; se mueven así, y después el momento que se
vienen las fiestas ahí los jóvenes que incitan a bailar su diablada y todas
esas cosas, que también tienen esa forma tan especial... A mí no me gusta la
fotografía, tomo el apunte, pongo el lápiz y el cuaderno y me pongo a dibujar,
y la gente se agolpa a ver cómo expreso mis cosas ahí; eso, a la larga, me
sirve como apuntes para desarrollar la pintura en mi taller. En este momento
estoy comprometido con el
INC a hacer la serie de la Virgen de la Candelaria y
paisajes puneños, que así se va a titular, y la inauguración de la muestra va a
ser en el Museo de Arte de la ciudad de Lima. Luego la muestra se va a
trasladar a Puno, ya para la Candelaria; esta muestra se va a trasladar también
a Brasil, porque el que fue el ministro de Relaciones Exteriores aquí, en Puno,
me ha invitado para hacer la primera exposición en Brasil.
¿Cuáles son los criterios elementales que uno debe
considerar para apreciar sus cuadros?
Hay que ser sinceros: para analizar y gozar de la exposición gráfica y de
la música, no es necesario tener estudios previos, sino tener cierta
sensibilidad; no es necesario saber pintar para decir y seleccionar una obra de
arte, basta tener un gusto, porque todas las personas dibujan... Pienso que el
arte es como el agua: todo el mundo lo bebe. Es así como se puede llegar a interpretar,
pero es fácil también denegar, es decir, esto no me gusta porque no es
agradable para mi oído o para mi vista.
¿Alguna vez pintó sus sueños? ¿Copia acontecimientos de
sus sueños?
A veces uno sueña que puede hacer una expresión determinada y es así.
Muchas veces, los literatos posiblemente han marcado los pasos a continuar en
sus obras; así también hay imaginaciones en la pintura, y yo creo que es
frecuentemente que elimino y corrijo las cosas en mi arte.
¿Cuál cree que ha sido su aporte a la pintura peruana o
puneña?
Una familia se dedica a hacer tapices. Recuerdo mucho que tuvieron interés
en el Perú; a esas personas les planteé mis motivos y ellos los aceptaron con
mucho agrado. Hicimos una exposición en Lima, en la tienda que ellos tenían, y
luego trasladaron las propuestas a diferentes partes del mundo: se hizo una
exposición en New York, en Miami y en Madrid. He visto tapices Machicado en
diferentes sitios y me satisface; dos de estas familias, Paucar y la familia
León, viven cómodamente vendiendo tapices u otros motivos. Resulta que en el
primer gobierno de Alan García me invitaron para hacer los nueve destinos de
producción turística y se hicieron afiches con ese motivo y se repartió a todo
el mundo. Me dijeron los señores de la embajada de Berlín: “Machicado, aquí en
Berlín usted no es desconocido, es un artista peruano”. Así, pese a que yo
estaba haciendo una exposición en Frankfurt, me invitaron para que viniera aquí
para que me llevara totora, a fin de realizar una balsa de totora en Heidelberg
a orillas del río Neckar.
Durante su vasta trayectoria, ¿ha realizado su
autorretrato?
Para eso hay que tener un poco de ego, ¿no?
Creo que todos los seres humanos tenemos ego... solo
algunos se han dedicado a cultivarlo más y algunos menos...
Bueno, me he hecho solamente dos autorretratos, pero no tengo en mis manos
ninguno de ello, porque los vendí.
¿No sabe dónde están esos autorretratos?
Creo que uno de ellos está en el Cuzco, porque era una familia Benavente;
la otra creo que se vendió en el extranjero.
Mientras pinta, ¿piensa en las personas que verán,
disfrutarán o criticarán sus cuadros?
No. Siempre he pintado mis deseos y mis caprichos. Siempre he pensado que
primero tiene que ser una buena obra y casi no me conformo con los cuadros que
aparentemente he acabado; siempre falta que añadir o que corregir. Primero me
hago una especie de autocrítica, una vez terminado los cuadros los pongo de
espalda, entonces me olvido por una temporada y después de pasar unos días,
vuelvo a observar y veo una cantidad de defectos... Unos se quedan así y unos
que hay que corregirlos.
¿Cuál es su opinión sobre los críticos de pintura en el
Perú?
Creo que hay muy poca gente dedicada a la crítica, a hacer comentarios
sobre arte. Lo que hay normalmente es gente que hace halagos; el más analista
era un crítico de diario. Ya no quedan muchos en Lima. Los halagos casi siempre
son hipocresías.
¿Qué opina del arte moderno o del arte digital?
Con esto del internet, la gente se fascina con facilidad en lograr una
cantidad de formas raras. Me parece que realmente es una buena contribución en
este instante, pero no debemos alinearnos con esas cosas extranjerizantes;
pienso que el creador, tanto en la pintura como en la literatura, debe
demostrar y ser sincero consigo mismo, porque eso la historia lo marca.
Nosotros, los aymaras, hemos tenidos etapas diferentes en el tiempo.
Por otro lado, usted es de Yunguyo, ¿habla aymara?
No solo soy aymara, también soy Lupaka. Salí a muy temprana edad de Yunguyo
y me vine aquí a Puno, a estudiar en San Carlos, hasta segundo de media, luego
fui a Lima, después al Cusco y, bueno, finalmente volví a Puno, y ahora voy
frecuentemente a mi tierra natal. Inclusive iba a instalar un taller en
Yunguyo... Me he visto comprometido con mi linda tierra desde aquella vez que
traje una exposición a Puno; los de la municipalidad de Yunguyo me dieron la
Llave de la Ciudad y una serie de honores cuando llegué, y me comprometieron a
hacer un mural para la municipalidad, no solo, sino con auxilio de otros
colegas... Se los
iba a pagar con el dinero que me iban a pagar, distribuir el
dinero. Pero parece que ha habido un desentendido... me enrollaron casi todo un
año completo entre llamadas urgentes, viajes de Juliaca a Lima, que tienen que
hacer otro presupuesto, etc. Finalmente no se ha concretizado y los materiales
se han malogrado.
Si usted fuera exiliado a una de las islas del Titicaca,
¿cuáles serían los colores que se llevaría para seguir pintando?
Si hablamos de exilio, lo he hecho voluntariamente, a Europa; pero el
exilio ha sido para aprender a visitar varios museos en París, Barcelona y New
York. Sí iría a una de esas islas a seguir aprendiendo de la naturaleza, que es
el otro museo más grande que pueden tener los Quechuas-Aymaras.
Si usted no hubiera sido pintor, ¿qué hubiera sido?
He sido pintor desde la barriga de mi mamá; pero que si no hubiera sido
pintor, muero y renazco, y ojalá así fuera pintor o hubiera sido escritor y
estar horas ahí, escribiendo en una mesa. Hace poco recibí un mensaje de San
Gabán para escribir sobre los pintores puneños hasta los últimos llocallas
(muchachos)...
Es un gusto siempre dialogar con usted. Ojalá en otras
ocasiones todavía podamos seguir conversando; gracias maestro por dedicarnos su
valioso tiempo.
Es una satisfacción el poder compartir esto con mis paisanos aymaras.
¡Salud!