LECTURAS
INTERESANTES Nº 692
LIMA PERU
18 MARZO 2016
ODIAR NO ES UN PECADO
César
Hildebrandt
Tomado de “HILDEBRANDT EN SUS TRECE”
Nº 291 18MAR16, p.12
Sí:
a veces hay que odiar.
Hay
que odiar a los ladrones del tesoro público.
Hay
que odiar a los asesinos que mataron en nombre de Mao y a los que mataron en
nombre del Estado.
Hay
que odiar a quienes ofendieron al país ensuciando sus instituciones.
Hay
que odiar lo que hizo Montesinos.
Hay
que odiar lo que hizo Fujimori cuando creyó que todo le estaba permitido.
El
odio moral funciona como un deslinde permanente.
Hay
que odiar a quienes representan a Fujimori y ponen cara de estar representando
a una congregación salesiana.
Hay
que odiar a quienes olvidan. A los que quieren el retorno de la podre. Hay que
odiarlos en paz, pero hay que odiarlos.
El
odio mantiene la vigilia, purifica, salva. El odio surgido de la reprobación
ética es una virtud, no un defecto. El odio tiene mala reputación, pero ¿cómo
no odiar a Hitler, a Pinochet, a alias presidente Gonzalo?
Si
el Perú hubiese podido odiar a los miserables que lo postraron, no habríamos
tenido a un Piérola de presidente reincidente ni a un hijo de Prado dos veces
presidente ni a Alan García presidente por segunda vez.
No
habríamos tenido a tanto ladrón en los cargos públicos ni a tanto delincuente
en la judicatura ni a tanto Aljovin en el ministerio público.
Hay
que odiar la intolerancia y hay que odiar aún más la hipocresía.
Pero
odiar lo que el fujimorismo encarna no es intolerante: es prevenir la
intolerancia.
Los
odiadores del fujimorismo no se desvelan odiando. Ejercen su ira santa cuando
los fujimoristas amenazan con volver. Pedirles que no actúen es como pedirle al
sistema inmunológico que se paralice ante las invasiones bacterianas.
Después
de lo que hizo con el país, con las Fuerzas Armadas, con el congreso, con la Contraloría,
con el Tribunal Constitucional, con la televisión y con la prensa, el
fujimorismo debió merecer del Perù el mismo trato que los alemanes le dieron a
los nazis. ¿Se puede ser oficialmente nazi en Alemania? No. Está prohibido.
Pero
la hija de Fujimori quiere gobernar para vengarse. Quiere reivindicar al
criminal que es su padre y a los ladrones que son sus tíos y a las Chávez de
toda la vida.
Y
eso suscita el odio y el desprecio el odio (y el miedo) de cientos de miles de
peruanos que temen el regreso de la pesadilla.
Odiar
a quienes quieren convertir al Perú, otra vez, en un país de siervos es algo
que rebela salud mental, carácter, ciudadanía. Odiar no significa lanzar
piedras, ni amenazar con mater al adversario. El odio civilizado contra quienes
no respetan los cánones de la democracia es un mecanismo de defensa amparado
por la Constitución.
A
los fujimoristas les asusta el odio y el desprecio que producen. Llaman
intolerantes a todos aquellos que les recuerdan, en la tribuna o en la calle, quiénes
son, qué encarnan, qué harán. Esperan gobernar. Esperan despertar el fantasma
del terrorismo -así sea con atentados pensados por algún grupo parecido a los
Colina- para dictar medidas de emergencia. El fujimorismo sólo es feliz en los regímenes
de excepción. Para èl la normalidad democrática es puro aburrimiento,
mediocridad. Necesita la fuerza para sentirse vivo.
Contra
eso surge el odio legítimo de quienes no quieren padecer lo mismo y el odio
juvenil de los que saben lo suficiente como para expresar su rechazo. El
fujimorismo está condenado a ser lo que es. En sus raíces está la violencia y
el desdén por los modales democráticos. Contra esto se yergue el odio que puede
salvarnos. <>