Escribe: Guillermo Vásquez Cuentas
Publicado en el diario LOS ANDES, Puno 7 julio 2011.
Uno de los paisajes más hermosos en las orillas del Titicaca, es la localidad de Copacabana, sus rededores y las pequeñas islas frente a ella, una de las cuales antiguamente llamada “Titikaka” se la conoce hoy como la “Isla del sol”. Cada seis de agosto creyentes católicos de Bolivia y de muchos otros países, visitan el santuario que allí existe en el que se encuentra la efigie de la Virgen de la Candelaria de Copacabana. Todo estudio que comporte descripción histórica tiene que reconocer que: Ciudad de Copacabana, su entorno inmediato, e Isla del Sol, constituyen desde tiempos inmemoriales un conjunto indisoluble con riquísimas memorias comunes, sobre las que hay un apreciable acervo bibliográfico entohistórico.
En tiempos antiguos Los cronistas de la historia peruana durante los siglos XVI a XVIII dedicaron buena cantidad de comentarios y descripciones sobre lo mágico religioso de la cultura andina.
Sobre los primeros tiempos de esa cultura, José Antonio del Busto[i] relata el mito según el que “en el principio todo estaba oscuro, la noche era eterna. Huriacocha, el criador de todas las cosas, no se mostró satisfecho con tanta tiniebla vacía, y para darle formas, hizo el mundo….formó un género de gigantes a quienes mandó viviesen de acuerdo a ciertas normas…pero pecaron los tales y el dios incurrió en indignación y…les envió un diluvio….Pasado éste y seca la tierra, determinó Hiracocha poblarla por segunda vez. Para ejecutar su pensamiento pasó a la isla llamada Titikaka…y desde lo alto de ella creó las luminarias del cielo, empezando por el Sol, Luna y las estrellas”.
“El mundo estaba envuelto en tinieblas y oscuridad, pero un día salió de la isla Titikaka el sol resplandeciente, por lo cual la tuvieron por cosa sagrada”, relata Pedro Cieza de León[ii] al referir un mito sobre dicha isla.
Así, el culto de tiempo inmemorial a Huiracocha como hacedor del universo, está ligado a la isla Titikaka (de Titi=gato montés y por extensión puma y Kkakka=peña, la sagrada peña del puma desde la que “salió el sol” después de las tinieblas) en el Lago de Chucuito, llamado después y hasta ahora como Titikaka por la famosa isla de ese nombre. Cerca de ella está otra isla más pequeña que los antiguos llamaban Coati y que ahora se le conoce como Isla de la Luna, con escasa significación religiosa.
En épocas prehispánicas, la península de Copacabana y la Isla Titikaka sucesivamente formaron parte del territorio de la cultura Chiripa, de la gran cultura Tiahuanaco, del señorío kolla de los Omasuyos; y, finalmente del Imperio de los Incas.
Antes del dominio incásico, los Kollas (llamados “aimaras” desde la invasión española) poblaron por siglos la meseta del Collao y algunas regiones adyacentes a ella. Y, dentro de ese gran ámbito geográfico, dominaron el espacio particular que comprende a la península de Copacabana y sus islas cercanas. Hay quienes calculan que la hegemonía kolla se dio entre los años 1.100 a 1.400 d.C[iii].
Sin duda, fueron los Kollas los que nombraron el centro poblado peninsular ligado a la isla, como Ccota kjahuaña[iv] (del jakke aru [hoy aimara] Ccota=lago, laguna y Kjahuaña=observar, otear, vigilar). Y es que la conformación orográfica del lugar con un alto cerro (hoy llamado del Calvario) que se yergue a orillas mismas del lago, hace que se constituya en un gran mirador con vista privilegiada de su inmensidad azul. Los españoles transpusieron “ccota” por “copa” y “kjahuaña” por “cabana”, tal como lo han hecho con infinidad de términos quechuas y aimaras.
Hoy hay en América –por motivaciones religiosas- muchas ciudades con el nombre de Copacabana, incluyendo a la famosa playa en Rio de Janeiro, Brasil[v].
Visitas y obra de los emperadores incas
Según Rostworowski[vi] Viracocha Inca fue el primer gobernante incaico que tomó contacto con Lupaccas, Omasuyos y Pacajjes. Con los primeros tuvo un acuerdo secreto de mutua colaboración a espaldas de los Hatun kollas, lo que provocó una sangrienta guerra en la que vencieron los Lupaccas capitaneados por su mallku principal Cari. Viracocha Inca llega junto con la paz de postguerra y en su viaje hacia el sur se entrevista con Cari en el lugar conocido hoy como Bebedero. Esta vez no se trató propiamente de una conquista incaica sino de “una alianza entre confederados”, nos dice la historiadora de ascendencia puneña. Si bien Viracocha llega a Tiahuanaco, no hay referencias de que haya visitado Copacabana y la renombrada Isla.
Años más tarde Pachakutec Inca Yupanqui -según Markham “El más grande hombre que la raza aborigen de América haya producido”- después de unirse al ejercito de avanzada que envió a cargo de su general Apo Conde Mayta, libró duras batallas con los Hatun Kollas asentados en la parte norte del lago Titikaka, venciéndolos en Ayaviri y Pucará, dando muerte a su jefe Chuchi Capac e iniciando así la dominación inca en la región. “Al saber la victoria inca, el curaca de Lupaca que residían en Chucuito y que no era menos poderoso que Chuchi Capac, pidió la paz” afirma Rostworowski.
Luego Pachacutec pasó al sur, siempre en son de conquista, terminando de someter así a los señoríos kollas de la gran meseta y aledaños. Con él se afirma aún más la misión asignada a la población de Copacabana: servir a ese “centro religioso y de peregrinaje de altísima importancia para el Imperio Inka” que fue la Isla Titikaka.
Se calcula que la dominación inca duró poco menos que un siglo. Los “señoríos o reinos aimaras”, sea por imposición de la fuerza o sea por pacto en algunos casos, pasaron en conjunto a constituir –como es muy sabido- el Kollasuyo, una de las cuatro partes del Tahuantinsuyo. Si bien la dominación incaica como tal se inicia con Pachacutec, es Tupac Inca Yupanqui quien la consolida con una visita muy mentada a ese Suyo.
De la visita por Túpac Inca Yupanqui a “esta isla y templo tan célebres entre los indios Collas…a los que venían desde Quito, de Pasto, de chile y de los ángulos más remotos de la monarquía peruana”, da cuenta Ramos Gavilán[vii]. Entre las decisiones que tomó este inca para engrandecer el culto en la isla, fue la instauración de una “Casa de las Vírgenes” o Acllahuasi llegando a dejar allí a una de sus hijas “como superiora” o Mamacuna. Dictó asimismo varias disposiciones para el culto, el embellecimiento de los monumentos y las visitas, convalidando y socializando en todo el imperio muchas de las creencias religiosas de los kollas que los cusqueños habían asimilado desde tiempo atrás. En adelante, la isla Titikaka con su famosa peña y un templo que dicen allí se había construido, fue consagrada como un santuario de la mayor importancia.
Huayna Capac visitaría la zona más tarde. El padre Martin de Murúa[viii] dice que este inca impuso a su primo hermano Apo Challco Yupanqui (hijo de tu tío carnal Apo Inca Sucso) como gobernador del conjunto por cierto tiempo. Este Challco dejó numerosa descendencia, vigente hasta nuestro tiempo.
Se sabe que Huáscar en plena guerra civil con Atahualpa, peregrinó raudamente hasta Titikaka, para demandar a los ídolos y a la peña sagrada, apoyo para su causa.
Los mitmacunas y los servicios al culto
Para el servicio del culto y peregrinaje, los incas introdujeron en Copacabana considerables poblaciones de mitmas venidos de distintos lugares del Tahuantinsuyo, lo cual dio origen a una población multiétnica. Ramos Gavilán proporciona una relación de hasta 42 etnias diferentes[ix]. Murúa refiere que los incas poblaron Copacabana con mitmas incluyendo Cañaris y Chachas, “para servir a los sacerdotes y a las huacas de la isla del sol, lugar de continuas y masivas romerías”. Reginaldo de Lizárraga[x] anota que todos los ayllus o naciones avecindadas en Copacabana estaban divididas en Hanansayas e Urinsayas. “los primeros eran lo más principal y los segundos lo menos principal”, aclara.
Las visitas a Copacabana y la Isla Titikaka, por seguramente muchos miles de peregrinos aimaras y en general tahuantinsuyanos, se hacían conforme a ciertas prescripciones que cautelaban no solo las solemnidades sino también el orden. Esto se desprende de las aseveraciones de Alfonso Ramos Gavilán, el cronista más especializado en los cultos religiosos de Copacabana. Precisa este sacerdote que “la más señalada” de las muchas islas existentes en el gran lago es la de Titikaka, donde se alza el templo del sol y que para acceder a Copacabana y luego a la isla, los visitantes debían entrar por las puertas de una larga cerca de piedra que iba de costa a costa en el istmo de Yunguyo, es decir desde la orilla del lago mayor hasta la orilla del lago menor o Huiñaymarka. Había servicio de “porteros y guardas que examinaban a toda la gente que iba en romería a los adoratorios”.
Una vez en Copacabana los peregrinos eran “atendidos, cada uno agasajado según la calidad de su persona, con alojamiento, comida y hasta vestido”. Una gran Colcca almacenaba y proveía los bastimentos que eran ofrecidos obligatoriamente por los kollas de “Omasuyo, Urcosuyo, Chucuito, Larekaja y Yungas”, informa Ramos Gavilán.
Según Lizárraga, la colcca se encontraba en el lugar denominado Locca “a media legua del pueblo de Copacabana”. En ella se almacenaba chuño, charqui, maíz y coca, principalmente.
Indios uros eran los encargados de proporcionar transporte en balsas desde Cochachumi, un embarcadero único entre Copacabana y la Isla, tal como lo hacían en el estrecho de Tiquina.
Lo que encuentran los primeros invasores hispanos
Pedro Sancho[xi], secretario que fue de Francisco Pizarro, cuenta que estando éste en el Cusco envió a Diego de Agüero y a Pedro Martín de Moguer a explorar el Kollasuyo. A su regreso después de cuarenta días, consignaron en su informe que “había una gran laguna como de cien leguas y que la mayor población se encuentra a su alrededor, y en medio de ella hay dos islas pequeñas, en una de las cuales existe una casa del sol que es tenida en gran veneración…están al servicio de este santuario seiscientos indios y más de mil mujeres…”
Por su parte, Ramos Gavilán afirma que los primeros españoles en visitar la Isla del Sol fueron quienes conformaban el grupo dirigido por un Capitán Illescas[xii].
Cieza afirma que en ella “hubo un famoso i riquísimo templo del sol, en memoria de haber salido de allí su primer inca Manco Capac”; lo cual parecería respaldar la conocida leyenda de la fundación del Tahuantinsuyo.
Antonio de la Calancha, refiere que en la isla había un “ídolo de piedra azul vistosa, sin más figura que un rostro feo y el cuerpo como pez”. Durante el proceso de “extirpación de idolatrías” ese y otros ídolos “fueron destrozados y arrojados a la laguna por los cristianos”, dice Ramos. Lo mismo ocurrió con los “gigantes ídolos esculpidos en piedra” que había en Copacabana, los cuales “fueron derribados y sustituidos por cruces de piedra y madera”.
El padre Martín Murúa[xiii] señala que los santuarios más famosos del incario fueron Pachacamac cerca a Lima, Coricancha en el Cusco y la Isla del Sol “…donde hubo antiguamente una frecuentadísima huaca y adoratorio a donde concurrían los indios como en romería… y era el lugar de mayor idolatría que hubo en el Perú”. Agrega que “…es famosa la laguna de Titicaca por estar en su ribera muchos y muy grandes pueblos…”.
En tiempos del coloniaje
Durante la dominación colonial impuesta por los españoles a los pueblos andinos, Copacabana pertenecía al Cusco, hasta que se produjo la fundación de Nuestra Señora de La Paz, en el valle de Chuquiago. Asimismo, después de pertenecer al virreinato del Perú, Copacabana e islas pasaron a ser parte del virreinato del Rio de Buenos Aires, luego de la creación de éste por Real Cédula de 8 de agosto de 1776. Más tarde y básicamente, sobre la Audiencia de Charcas (que abarcó lo que se conocía como Alto Perú) previamente creada en 1559, se erigió la actual República de Bolivia en 1825.
“El Licenciado García de León fue al parecer el primer encomendero de Copacabana por decisión de Vaca de Castro”, nos ilustra el historiador Waldemar Espinoza Soriano en uno de sus escritos[xiv], en el que transcribe un interesante documento bajo el título “Encomienda de [la] Gasca al Licenciado León de sus indios de Copacaguana” fechado el 14 de noviembre de 1548, el mismo que contiene valiosos datos para la comprensión la trayectoria histórica de Copacabana.
Después de García de León, otro encomendero que le sucedió fue –siempre según Espinoza- García de Villalón; luego entre 1574 y 1590 doña María de Salazar y, a fines del Siglo XVI y comienzos del XVII, Alberto de Acuña.
En el documento de encomienda en mención se consigna que en 1548 el jefe de los grupos étnicos de Copacabana era “un orejón del Cuzco llamado Condemayta, el mismo que era asistido por cuatro principales: Chisquicone de la nación Canchi; Huisa de la nación Cana; Pinco de la nación Kolla [Hatun Kolla] y Pasca, sin indicarse nación, pero probablemente de Chachapoyas”.
Poco antes de expedirse el documento de la encomienda, se produjo la visita oficial a cargo del Capitán Gabriel de Rojas. Este visitador establece que existen 738 indios tributarios que con sus familias llegaban a dos mil quinientos pobladores, distribuidos en los pueblos o jatunllajjta de Copacabana e Imsayo, en los “poblezuelos” (sic) de Locca, Carihuaquis, Lupac, Coaquipa, Tonaca y Timacachi; y, en los “poblezuelos de Uros” Tiquina y Cochachumi.
Después del documento de La Gasca, con toda la información que contiene y cuyo análisis y descripción escapan a los límites de la presentes notas, vino el libro histórico del huamanguino Alonso Ramos Gavilán. Que sepamos, en el intermedio no se han encontrado más incunables.
Copacabana hoy
Durante casi todo el periodo colonial (1534 a 1825) Copacabana desarrolla el culto a la Virgen de la Candelaria entronizada el 2 de febrero 1583[xv]. “El 1 de agosto de 1925, año del primer centenario de la Independencia de Bolivia, en ocasión de la celebración del Primer Congreso Eucarístico Nacional, la Virgen de Copacabana fue coronada como Reina de la Nación”, disponiéndose que la festividad coincida con la fecha de celebración de la independencia de ese país: el 6 de agosto.
Demás está decir que los creyentes católicos del hermano país tienen en Copacabana un recurrido centro de peregrinaje y todos -nacionales y extranjeros- tenemos un atrayente y muy visitado destino turístico. <>
Lima agosto de 2
[i] José Antonio del Busto: PERÚ INCAICO. Ed. El Comercio, Lima 2011, p. 153
[ii] Pedro de Cieza de León: CRONICA DEL PERU. PRIMERA PARTE; Capitulo ciii. Ed. Fondo Editorial PUCP, Lima 1986, p. 281
[iii] http://www.copacabana-bolivia.com/copacabana/content/view/13/31/lang,es/
[iv] No nos hacemos problemas aquí -ni en ningún otro sitio- por la escritura del idioma aimara inventada por los “lingüistas” trivocalistas, a la que rechazamos. Al respecto puede verse nuestro artículo “Ah… ¡esos trivocalistas!” publicado en el diario LOS ANDES edición del 15 de junio 2011.
[v] Sobre Copacabana Aymara y Copacabana carioca se han urdido varias explicaciones respecto a la similitud entre los nombres de la Copacabana hoy boliviana y el de la famosa y mundialmente conocida playa y populoso barrio en Rio de Janeiro. La más probable, difundida por el artista boliviano Gil Coimbra Ojopi en su libro “Nuestra Señora de Copacabana”, se apoya en el relato del reiterado visitante al Alto Perú y por tanto a Copacabana junto con comerciantes y exploradores portugueses, el monje benedictino Antonio de Desterro Malheiro, quien en uno de sus viajes en que regresaba de la península ibérica en 1745, fue atrapado en una tempestad marina frente a la costa de Rio de Janeiro con grave peligro de su vida, circunstancias en que clama la ayuda de la virgen de Copacabana, atribuyendo después a un milagro de la deidad, su salvamento. El monje cumplió su promesa de construir una pequeña capilla. En 1749 los anales de Rio de Janeiro la describían como muito frecuentada por romeiros a capella da Sehhora de Copa-Cabana. La capilla fue demolida para la construcción de un fuerte.
[vi] María Rostworowski Tovar: PACHACUTEC. Ed. Instituto de Estudios Peruanos IEP. Lima 2006. p. 101.
[vii] Alonso Ramos Gavilán: HISTORIA DE COPACABANA Y DE LA MILAGROSA IMAGEN DE SU VIRGEN. Texto compendiado por Rafael Sanz. Lima 1837. Imprenta de J. Enrique del Campo.
[viii] Fray Martín de Murúa: HISTORIA GENERAL DEL PERU. Edición de Manuel Ballesteros Ed. Dastin S.L., Madrid 2001, p. 542
[ix] Alonso Ramos Gavilán: Op Cit. P.11
[x] Fray Reginaldo de Lizárraga: DESCRIPCION Y POBLACION DE LAS INDIAS. Capitulo LXVII. Año 1615. Texto tomado de http://www.archive.org/stream/descripcinypobl01romegoog/descripcinypobl01romegoog_djvu.txt
[xi] Pedro Sancho [Pedro Sánchez de la Hoz] LA CONQUISTA DEL PERÚ. Madrid, 1550. Citado por Luis E. Valcárcel en su “Historia del Perú Antiguo”, Ed. Juan Mejía Baca. Lima 1984. Tomo I, p. 266
[xii] Alonso Ramos Gavilán. Op. Cit. P. 22
[xiii] Fray Martín de Murúa: Op. Cit. p. 544
[xiv] Waldemar Espinoza Soriano: Artículo COPACABANA DEL COLLAO. UN DOCUMENTO PARA LA ETNOHISTORIA ANDINA. Boletín Año I Nº 1; Ed. Instituto Francés de Estudios Andinos, 1972.
[xv] Sobre el tema de la virgen de La Candelaria, nos permitimos invitar a quien esté interesado a buscar nuestro artículo “La Candelaria en los pueblos del Perú”, publicado en LOS ANDES el 12 FEB 2006,
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