domingo, 5 de junio de 2011

Un recuerdo, una pena: Alberto Valcárcel Acuña




Escribe: María Luz Crevoisier
LOS ANDES 5 junio 2011

Hace un año se nos murió un poeta. En este mayo de escarcha y fuego, recuerdo. Fue una tarde de calidez amable cuando hablé con él. Se hallaba esperando, en el hall de El Peruano, al periodista César Arias a la sazón encargado de la Página de Opinión y nos vimos. Traía su último libro SURAY SURITA, HABLA DE THEODORO buscando un comentario en el diario oficial.
Nuestra charla empezó de manera fortuita, sin libreto. No hacía falta, pues el poeta Alberto Valcárcel expresaba de manera simple y directa lo que sentía y respondió con claridad a mis preguntas resolviendo esa inquietud que tenemos los profanos por conocer el alma de un vate.
Aún evoco la tarde, el bullicio de ese diciembre que se iba deshilando por la avenida Alfonso Ugarte y observo otra vez a Valcárcel, sencillo y tímido, sonriente y animado, con esa camisa a cuadros azules que le venían tan bien, esperando. Al concluir la breve entrevista tuvo la gentileza de obsequiarme su última creación y aún sonrío al leer la dedicatoria: Para mi gentil paisana, con el mayor de los afectos.
Era cierto, éramos paisanos sin serlo realmente, en el paisaje y la lluvia cuando esta se extiende por la ciudad o los campos. Éramos paisanos en la palabra del verso y en el verbo silente de los hombres, pero éramos paisanos sobre todo por nuestro amor a la poesía y a la belleza de las cosas simples.
Alberto Valcárcel Acuña, había nacido el 25 de mayo de 1944 en la ciudad de los vientos andinos, Juliaca y se profesionalizó en las letras creando una expresión particular, los corales en los cuales se conjugan símbolos y vivencias que exaltan la vida de los héroes y próceres de la independencia, como su Coral a Vilca Apaza, Cantar de Sangrar, Elogio coral al Inca Garcilazo, el Coral sinfónico a Túpac Amaru. Varios de estos temas le han servido al músico Alejandro Núñez Allauca quién reside hace 20 años en Milán, para musicalizarlos.
Obras suyas son también Vuelco a pasos, Cantos Extraviados, Tres poemas corales , Retablo Mágico, Suray Surita, Cantares de Maruja Acuña, el poema sinfónico: Flauta traversa o Rosalina en Verona. Entre las inéditas se cuentan las obras teatrales La damajuana y Camisa de fuerza.
Este poeta que desdeñó las capillas y los círculos, fue uno de los fundadores de la Asociación de Escritores y Artistas ANEA en la Lima de finales de los sesenta. Por más de veinte años se desempeñó como sub prefecto o prefecto de diversas provincias del país, cargos que lo llevaron a movilizarse de la sierra a la costa en repetidas ocasiones. ¿Cómo conciliaría la aridez de estos puestos oficiales con la poesía?, con verdadera maestría, como lo evidencia el Congreso Nacional de Poesía que organizó en Tingo María, en 1975.
La escritura de Valcárcel es directa y epónima. En el caso de SURAY SURITA se vuelve protestataria y confrontacional por el injusto olvido que sufre hasta hoy un artista de la talla del compositor y además tío suyo Theodoro Valcárcel Caballero. El libro además sirve de pretexto para hablar de diversos personajes de la familia con el afecto y la admiración que le despiertan y se recrea en la maravilla de sus anécdotas e historias,el hechizo con el que describe diversos parajes de Puno y su protesta dolorosa por la pérdida de diversos predios familiares a causa de la Reforma Agraria.
Esta situación y el fallecimiento de su madre serían tal vez las razones que lo decidieron a afincarse en la bella Arequipa y allí, entre los yaravíes de otro poeta, se fue quien fuera prefecto y eternamente poeta, un 20 de mayo del 2010.
Aún es mayo y en mi ventana resbala tercamente la garúa limeña como queriéndome repetir ese verso: No es el botón del traje /un testimonio/ni la peineta del cabello /prueba alguna/ de que nos vimos siempre/ y nos amamos/es tu mirada aguda que me hiere/la que dice al mundo y la manera/en soy tuyo amor /y de ninguna. (De Retablo Mágico).